Las violaciones y agresiones sexuales de todo tipo hacia las mujeres se dan en todos los países del mundo y en todos los estratos sociales . Desde la mirada lasciva y el piropo hasta la violación múltiple y la mutilación genital, las agresiones sexuales son una forma de sometimiento y destrucción de las mujeres. Cuando se produce la invasión de un país, las mujeres y niñas sirven de moneda de cambio y son sistemáticamente violadas por los ejércitos; después sufren el escarnio de ser culpabilizadas y sacan adelante a los hijos e hijas de la violación. El precio de la vida humana es el precio de la vida de una mujer en cualquier país.
Sin ir tan lejos, en España se denunciaron 89 violaciones el año pasado. Las agresiones sexuales se dan dentro y fuera de la casa, dentro y fuera de la pareja, y dentro y fuera de la familia. Los tocamientos no consentidos en el metro, en la calle, el irrespeto al no de las mujeres, los piropos sin permiso, el sexo por la fuerza, son agresiones machistas y tienen que ser combatidas –por lo menos- con su visibilización.
La indiferencia de los medios de comunicación, que a su vez refleja y alimenta la indiferencia de la sociedad, hace que sea necesario tomar medidas. Las agresiones sexuales, convertidas en espectáculo televisivo, no pueden reducirse a violaciones y torturas, aunque suponen el grado más infame de las mismas. Constantemente, las mujeres nos vemos sometidas a situaciones en las que no deseamos estar, a través de miradas, gestos, tocamientos, chantajes sexuales, y, en general, siendo objeto, y no sujeto, de nuestra propia sexualidad.
El machismo no se manifiesta sólo en momentos puntuales, como las violaciones; está inserto en la propia estructura de las relaciones sociales.
Por eso, consideramos que es necesario sacar a la luz todas y cada una de las situaciones en las que las mujeres somos condenadas a observar, impotentes, cómo nuestro cuerpo no nos pertenece.
Ninguna agresión sin respuesta.
Articulo de Beatriz Bonete Fernandez para Diagonal
25 de noviembre. Día Internacional contra la Violencia de Género.
“Aquí mismo, en cualquier parte”
El viernes 23 y el sábado 24 de noviembre siluetas de mujeres aparecieron pintadas en el suelo y en las paredes de algunas calles del centro de Madrid. Forman parte de una acción simbólica de denuncia contra la violencia sexual que sufren todas las mujeres en cualquier parte del mundo. Lo firma el Grupo de Respuesta Antipatriarcal (GRAPA) y está basado en la performance “Three weeks in May” que la artista Suzanne Lacy llevó a cabo en Los Ángeles en 1977
Durante la última quincena del mes de noviembre, tanto las instituciones públicas, como diferentes colectivos y asociaciones llevan a cabo talleres, jornadas y todo tipo de actuaciones con el objetivo de visibilizar el 25 de noviembre (resulta más adecuado hablar de visibilizar que de “celebrar”). El colectivo G.R.A.P.A lo que lleva a cabo, en este caso, no era una acto o manifestación a la que asistir a tal hora, en tal sitio, sino que se trataba de una acción integrada en un contexto normal, cotidiano. Todas aquellas personas que en esos días paseaban por estas calles de Madrid se encontraban con las siluetas de las mujeres pintadas en las calles o en alguna pared, y dentro de ellas podían leerse mensajes como: “No lo estaba deseando”, “No me siento vulnerable y sin embargo me ocurre”.
Calle Argumosa, Calle del Carmen, Calle Pez, Gran Vía, Fuencarral, y otras calles de Madrid fueron el escenario en el que se encontraban las siluetas dibujadas, que recordaban a esas películas de detectives en las que se señala donde murió la víctima. Pero no hablamos de películas cuando hablamos de violencia sexual. Y tampoco hablamos de mujeres concretas, de momentos concretos de un lugar, de un país. Como señalaba uno de los mensajes escritos en las siluetas “aquí mismo, en cualquier parte”.
La violencia sexual ha estado presente en la vida de las mujeres y aún lo sigue estando porque, como expresaba este colectivo en un manifiesto que acompañaba esta acción y que se difundió por Internet: “constantemente, las mujeres nos vemos sometidas a situaciones en las que no deseamos estar, a través de miradas, gestos, tocamientos, chantajes sexuales y, en general, siendo objeto y no sujeto de nuestra propia sexualidad”.
Existen situaciones extremas como pueden ser las vividas por las musulmanas bosnias, violadas sistemáticamente por soldados serbios durante la guerra o las de las mujeres en Irán, a las que no les basta con presentar el documento médico que certifique que han sido violadas, sino que además tiene que presentar testigos para que las crean. Pero también situaciones que quizás nos sean más familiares y que hemos acabado normalizando. Nos referimos al hecho de ser educadas bajo el peligro constante, la vigilancia permanente, el “no te vuelvas sola”, “que te acompañe un amigo”, “no vengas por tal calle de noche que no hay nadie y está muy oscuro”.
Según las estadísticas sobre “Delitos conocidos de abuso, acoso y agresión sexual” que muestra la web del Instituto de la Mujer en el 2006 hubo un total de 7.207 denuncias por parte de mujeres que habían sufrido algún tipo de violencia sexual. En el 2007 (datos acumulados hasta septiembre) han sido 5.240. Estas siluetas dibujadas representan, de alguna forma, a todas estas mujeres. Y también a todas las que sufren violencia sexual, pero no figuran en ninguna estadística. Esta acción la firmaba G.R.A.P.A., la firmaban ellas. Pero la firmamos muchas otras con ellas. Y muchos otros también.